Cuando hablamos de soledad, siempre pensamos en aquellos que “están solos porque no tienen a nadie”. Esta puede ser un estilo de soledad. Pero ¿es la verdadera soledad? ¿No hay una soledad mucho más profunda, más honda y dolorosa? En uno de esos correos que te llegan sin saber exactamente de quien, recibí una definición de soledad que me gustó: Decía que la soledad es “no ocupar lugar en ningún corazón”.
Estamos solos, cuando no tenemos un espacio en el corazón de nadie. Podemos estar rodeados de gente. Y estar muy solos. Porque sabemos que no tenemos sitio en el corazón de ninguno de ellos. En cambio nos sentimos acompañados, cuando sabemos que alguien nos lleva en su corazón.
No basta formar una familia. ¿Estoy en el corazón de los míos? No basta casarse. ¿Estoy en el corazón de mi esposo o esposa?
La soledad conyugal comienza, cuando sentimos que nos están desalojando del corazón del otro. Tal vez, porque perdió interés en mi. O tal vez, que es lo peor, porque alguien ya ocupó mi lugar. Y cuando alguien ocupa mi lugar en tu corazón, por muy juntos que estemos, estamos solos. Es posible que la presencia física trate de disimular la soledad. La disimula pero no la evita. Y es entonces que la pareja se van desintegrando desde dentro.
Las rupturas no comienzan por fuera. Las rupturas y divorcios comienzan secretamente en el corazón. Ya no nos “habitábamos” mutuamente. De ahí la importancia de que los esposos se pregunten constantemente: ¿Sigue ella habitando en mi corazón? ¿Sigue él habitando el mío? ¿He alquilado su espacio a alguien distinto?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario