Paulo Coelho en su novela ‘Brida’, comienza haciendo una comparación entre constructores y jardineros. Y la verdad es que la idea me gustó.
El constructor planifica. Y ejecuta un plan que, posiblemente está diseñado por otro. Los cálculos están hechos por otro. El se dedica sencillamente a realizar lo que otros han trazado. Termina su obra y se desentiende de ella.
En cambio el jardinero, comienza por seleccionar las semillas o las plantas. Prepara el terreno. Las planta. Las riegas, les escarba las malas hierbas. Las ve crecer. De cuando en vez también es testigo de los estragos que hacen las tormentas o incluso ciertas pestes. Trata de sanar las heridas de las plantas. Y espera. Y luego ve cómo comienzan los primeros brotes. Las primeras flores. Las mira. Se recrea en ellas. Pienso como mejorar las semillas. Y hasta se atreve a ensayar la modificación de colores.
En la vida suele haber constructores y jardineros.
Unos son constructores. No son dueños de sus propios proyectos de vida. Otros proyectan por él. El sencillamente obedece a quienes deciden lo que tiene que ser. Y llega un momento en que cree que ya se ha realizado. Cree que ya llegó al final de su obra y se detiene. Renuncia a creer.
En cambio otros, se sienten jardineros de su propia vida.
Seleccionan bien las semillas que van sembrando en su corazón y en su mente. Siembran y plantan el jardín de su vida con aquellos valores y aquellas flores que más le gustan. El mismo la va cuidando. Sabe cuando las debe regar y cómo regarlas. Va creciendo y va siendo testigo gozoso de su propia identidad y de su propia misión. No obedece a maestros que desde fuera le imponen un estilo determinado. El se decide ser lo que él mismo quiere ser.
Nunca se siente terminado. Cada día siente que algo muere en él y algo nuevo va naciendo. Sabe que su obra de jardinería no terminará hasta su muerte. Su vida es obra de todos los días. Siempre encuentra alguna ramita que cortar y podar. Y siempre es testigo de nuevos brotes, nuevas ilusione, nuevas esperanzas. Cada día vive atento a esas pestes de la mente y del corazón que pueden dañar el jardín de su vida.
Es bella la obra de los constructores.
Pero más bella es la obra de los jardineros.
¿Cuánto hay de constructores en mi vida?
¿Cuánto tengo de vocación de jardinero?
El constructor planifica. Y ejecuta un plan que, posiblemente está diseñado por otro. Los cálculos están hechos por otro. El se dedica sencillamente a realizar lo que otros han trazado. Termina su obra y se desentiende de ella.
En cambio el jardinero, comienza por seleccionar las semillas o las plantas. Prepara el terreno. Las planta. Las riegas, les escarba las malas hierbas. Las ve crecer. De cuando en vez también es testigo de los estragos que hacen las tormentas o incluso ciertas pestes. Trata de sanar las heridas de las plantas. Y espera. Y luego ve cómo comienzan los primeros brotes. Las primeras flores. Las mira. Se recrea en ellas. Pienso como mejorar las semillas. Y hasta se atreve a ensayar la modificación de colores.
En la vida suele haber constructores y jardineros.
Unos son constructores. No son dueños de sus propios proyectos de vida. Otros proyectan por él. El sencillamente obedece a quienes deciden lo que tiene que ser. Y llega un momento en que cree que ya se ha realizado. Cree que ya llegó al final de su obra y se detiene. Renuncia a creer.
En cambio otros, se sienten jardineros de su propia vida.
Seleccionan bien las semillas que van sembrando en su corazón y en su mente. Siembran y plantan el jardín de su vida con aquellos valores y aquellas flores que más le gustan. El mismo la va cuidando. Sabe cuando las debe regar y cómo regarlas. Va creciendo y va siendo testigo gozoso de su propia identidad y de su propia misión. No obedece a maestros que desde fuera le imponen un estilo determinado. El se decide ser lo que él mismo quiere ser.
Nunca se siente terminado. Cada día siente que algo muere en él y algo nuevo va naciendo. Sabe que su obra de jardinería no terminará hasta su muerte. Su vida es obra de todos los días. Siempre encuentra alguna ramita que cortar y podar. Y siempre es testigo de nuevos brotes, nuevas ilusione, nuevas esperanzas. Cada día vive atento a esas pestes de la mente y del corazón que pueden dañar el jardín de su vida.
Es bella la obra de los constructores.
Pero más bella es la obra de los jardineros.
¿Cuánto hay de constructores en mi vida?
¿Cuánto tengo de vocación de jardinero?
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