martes, 19 de diciembre de 2006

"Cuestión de verbos"


Estoy convencida de que la vida depende en gran parte de cómo conjugamos los verbos. Sobre todo, algunos sustanciales. Veamos:

Conocer. Conocerse. Claro que sí. Debo conocer todo aquello que no soy yo. Pero, tan importante es conocerse: conocerse a no mismo ¿De qué me sirve conocerte a ti?, sino sé quién soy yo misma.

Aceptar. Aceptarse. Fundamental mi actitud de aceptar a los demás. Aceptarte a ti. Aceptar a todo el mundo. Pero ¿Y aceptarse uno a sí mismo? ¿De qué me sirve aceptarte a ti si me rechazo a mí misma? Mi primer fundamento es aceptarme tal y como soy.

Amar. Amarse. Amar a los demás es una necesidad. Es un imperativo de la vida. Si no te amo, no tengo nada que ofrecerte. Pero, y “¿Amarse?” Si no me amo a mí mismo tampoco tendrá nada que decirme, nada que ofrecerme, nada que regalarme.

Escuchar. Escucharse. Escuchar es algo fundamental para relacionarnos con los demás. Comenzamos por escucharles. Sólo así podremos responderles. Pero ¿Y si no me escucho a mí mismo? Si no escucho mi corazón, mis sentimientos, mis alegrías y mis penas, seré un ignorado de mí mismo.

Abrir. Abrirse. He ahí otra de las fuerzas básicas. Dios nos ha hecho con puertas. Pero con puertas abiertas. Para que los unos podemos entrar en los demás. Pero ¿Y qué sucede si abro a todos?, tengo la llave de todo, pero no me abro a mí mismo. Abro todas las puertas. Pero las mías las tengo cerradas.

Comprender. Comprenderse. Tengo que comprenderte. Es el primer paso para amarte. Tú necesitas de mi comprensión. Pero ¿Y ya me comprendo a mí? ¿Cómo comprender a los demás si no me comprendo a mí mismo?

Perdonar. Perdonarme. Sí, esto cuesta en muchos casos. Perdonar a todo el mundo. Y perdonar siempre. Pero ¿Ya hemos aprendido a perdonarnos a nosotros mismo? Resulta curioso que hagamos las paces con todos, menos con nosotros mismos. Perdono a todos. Pero no me perdono a mí. ¡Yo soy la primera que necesito del perdón! Como todos y cada uno de ustedes.

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