Con las palabras se juega, pero con mi sentimiento no. Ni yo, ni nadie. Hubo un día que abrí los ojos a mí misma, y me di cuenta de los andrajos que de mí hice. Aquel día se construyó un tope que ya nadie podría sobrepasar.
Con mis puertas abiertas, entran, se pasean, yo lo permito y acojo; pero me gusta que traten cada reliquia con cariño. Si noto desprecio, mi mano ya no tiembla, y con dolor cierro la puerta.
No me gusta que arrasen sin aprecio.
No hay nada de valor, pero se ve en la puerta que es sencilla como todo el edificio. No se hace ostentación.
No hay nada de valor, pero se ve en la puerta que es sencilla como todo el edificio. No se hace ostentación.
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