Estrelas dejan en sus vaivenes, en sus fugaces recorridos buscando el cuenco de la mano capaz de contenerlas y arrullarlas, o el iris enamorado que les sirve de espejo.
La tierra se hunde bajo los pasos decididos. Se aleja del vuelo libre de alas desplegadas, y ronda al sol, merodeando en círculo, buscando su pasión ardiente, su luz.
Nada ni nadie es capaz de ocupar un gran espacio que opaque al resto. Todo tiene su lugar bajo el sol. Todo es posible bajo la amalgama misteriosa del firmamento.
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