El compartir no nace espontáneamente. Necesita de aprendizaje.
Algo que se precisa aprenderlo desde niño. Es difícil ser generosos cuando se nos ha enseñado a ser egoístas. Es difícil saber compartir, cuando uno ha vivido en un ambiente donde todos hablan de "lo mío", y nadie dice "lo nuestro".
Recuerdo que, cuando estaba en la secundaria (colegio de monjas), teníamos prohibido hablar de lo "mío". Todo era "nuestro". Yo no sé si estábamos muy convencidas de ello, pero a la larga se va creando una mentalidad espontánea. Recuerdo que en una ocasión, alguien dijo: "todo es nuestro", entonces también habrá que decir: "los pecados tampoco son míos, sino nuestros".
Una de las tareas de la familia sería crear un clima del compartirlo todo. Enseñar a los niños a que compartir sus juguetes, compartan sus caramelos, compartan el televisor, compartan inclusive sus ropas, hasta donde sea posible.
Conozco una familia allegada a mi. Tiene dos hijas (adolescentes). Sus tremendos problemas se dan cuando una, sin permiso se pone el jersey de la otra. Ahí se arma la de San Quintín. Fuera de eso, dicen, son un encanto. Un encanto que no comparte. Un encanto de egoísmo.
Cuando educamos en el "egoísmo de lo mío", luego será difícil que más tarde nos destaquemos en la generosidad de "lo nuestro". Una educación en el "tener" difícilmente se convierte en una actitud del "dar".
Algo que se precisa aprenderlo desde niño. Es difícil ser generosos cuando se nos ha enseñado a ser egoístas. Es difícil saber compartir, cuando uno ha vivido en un ambiente donde todos hablan de "lo mío", y nadie dice "lo nuestro".
Recuerdo que, cuando estaba en la secundaria (colegio de monjas), teníamos prohibido hablar de lo "mío". Todo era "nuestro". Yo no sé si estábamos muy convencidas de ello, pero a la larga se va creando una mentalidad espontánea. Recuerdo que en una ocasión, alguien dijo: "todo es nuestro", entonces también habrá que decir: "los pecados tampoco son míos, sino nuestros".
Una de las tareas de la familia sería crear un clima del compartirlo todo. Enseñar a los niños a que compartir sus juguetes, compartan sus caramelos, compartan el televisor, compartan inclusive sus ropas, hasta donde sea posible.
Conozco una familia allegada a mi. Tiene dos hijas (adolescentes). Sus tremendos problemas se dan cuando una, sin permiso se pone el jersey de la otra. Ahí se arma la de San Quintín. Fuera de eso, dicen, son un encanto. Un encanto que no comparte. Un encanto de egoísmo.
Cuando educamos en el "egoísmo de lo mío", luego será difícil que más tarde nos destaquemos en la generosidad de "lo nuestro". Una educación en el "tener" difícilmente se convierte en una actitud del "dar".